Manuel Solís | Desde el Caribe |
- Lo crucial es evitar que el vacío lo llene otra empresa privada con nuevo nombre pero con la misma lógica de ganancia.
La reciente resolución del Juzgado Octavo de Distrito, que niega el amparo a Aguakan contra la decisión del Congreso de Quintana Roo, no solo marca el fin legal de una concesión vencida. Va mucho más allá, abre una puerta histórica para que el Estado recupere el control de un recurso vital y se garantice el derecho humano al agua por encima de los intereses privados.
Desde 1993, Aguakan operó bajo una lógica mercantil, no de servicio público. Las consecuencias están a la vista.- tarifas elevadas, infraestructura deficiente, y una atención al usuario marcada por la desidia-. Durante décadas, esta empresa lucró con un bien que, según el artículo cuarto de nuestra Constitución, pertenece a todas y todos: el agua, como derecho humano, debe ser suficiente, salubre, aceptable y asequible.
El fallo judicial es claro. No basta revisar cláusulas de contrato, cuando se trata de derechos fundamentales, el interés público está por encima. Y con ello, se derrumba el argumento neoliberal que justifica concesiones como si fueran gestos de modernización y eficiencia. En realidad, han sido puertas giratorias de corrupción, simulación y abandono de responsabilidades.
Los municipios tienen hoy la oportunidad de ejercer su autonomía prevista en el artículo 115 constitucional para asumir la rectoría del servicio. No se trata de improvisar, sino de construir una transición ordenada, transparente y eficaz, que contemple opciones como fortalecer la CAPA o crear una empresa pública intermunicipal. Lo crucial es evitar que el vacío lo llene otra empresa privada con nuevo nombre pero con la misma lógica de ganancia.
Morena y los gobiernos de la Cuarta Transformación tienen la obligación moral y política de ser coherentes con su discurso, "el agua no puede volver a ser mercancía. No se puede reprivatizar". No se puede claudicar ante presiones económicas. Este es el momento de actuar con valentía y con visión de justicia social. El agua es vida, y la vida no se vende.
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