Si usted quiere escuchar una opinión sensata, sin filtros, de la cruda realidad en la que vive este mundo, cuélese en un convivio entre periodistas.
Entre pares que son capaces de hurgar en cualquier rincón con tal de conseguir la noticia que deje con la boca abierta a más de uno, la plática fluye directa, sincera, afilada como punta de daga, sobre todo cuando ha sido empapada en ese líquido ambarino que reacomoda las neuronas y las convierte en certeros misiles que forman grandes cráteres en el sitio en el que impactan.
No hay nada como escuchar a personajes cuya herramienta principal es el justo raciocinio, que luego transforman en noticia, opinión, fotografía, o en el cartón político que luego circulará entre un público que finalmente, con su interés en lo que ven o escuchan, le colgará medallas y demás blasones a quién como comunicador se lo merezca.
En ese tipo de reuniones, la realidad fluye en cada mesa, en cada grupo, en cada instante, en cada ocasión en que equis tema de actualidad es desmenuzado como -¡mmmh!- una pierna de pollo en escabeche.
Quizá de allí provenga la fobia que los políticos tienen de interactuar con los periodistas en ese tipo de reuniones.
Tiene mucho tiempo que los personajes públicos pintaron su raya en este tipo de convites. Acostumbrados al permanente elogio de sus incondicionales, odian escuchar opiniones que no los dejan bien parados y que los encuere por completo.
Y hacen bien, si van a ir a atragantarse con el bocado y hacer bilis, es mejor que no se expongan y que en vez sufrir de a oquis, se la pasen felices, rascándose la panza y tomándose el cafecito en la comodidad de sus lujosas oficinas.
Como cada año, los comunicadores se reunieron para hacer grupo y festejar el privilegio de registrar día con día lo que sucede en este mundo. Ayer viernes, los comunicadores chetumaleños brindaron, más que por la libertad de expresión, por la oportunidad de reunirse nuevamente.
Somos lobos. La manada ahí sigue. En peligro de extinción pero, tercos al fin, allí estamos, repiqueteando con entusiasmo las teclas de la computadora y exponiendo la realidad nada halagadora que este mundo enfrenta.
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